La interrogante que plantea la Cuarta Revolución Industrial es que si efectivamente ella se basa en la introducción a gran escala de la inteligencia artificial, habrá o no posibilidades para que esta generación de trabajadores y de profesionales logre actualizarse.
Fuente: pulso.cl
Por Javier Pinto.
La Cuarta Revolución Industrial -también conocida en el mundo anglosajón como Industry 4.0- tiene algunas características que la asemejan y otras que la diferencian de sus tres versiones anteriores.
Al igual que las viejas revoluciones industriales, esta revolución es tal porque imprimiría en el comportamiento social y la cultura cambios que son un punto de quiebre. Una revolución es tal no sólo por la aparición de nuevas tecnologías -como fueron la máquina a vapor o la comunicación digital en su tiempo-, sino por el modo cómo estas tecnologías afectan la manera en que vivimos. En estricto rigor, la tecnología juega un rol secundario; es causa del efecto revolucionario en la sociedad, pero sólo causa. Es más bien el cambio social -resultado de esa nueva tecnología- lo que permite identificar esta situación como revolucionaria. Ha habido muchas nuevas tecnologías que si bien representaban adelantos técnicos y científicos importantes, no tuvieron mayor impacto social. Esas quedan en la categoría de adelantos tecnológicos, pero no de revoluciones sociales o industriales -de aquí que entienda mejor la revolución industrial un experto en asuntos sociales que el experto en asuntos tecnológicos.
Ahora, ¿cuál es hoy este cambio social? En mi opinión, la Cuarta Revolución Industrial permite grados de autonomía como no hemos visto antes. Hoy hay tecnología suficiente -y suficientemente económica- como para vivir sin la colaboración de servicio doméstico, sin personal de seguridad, sin empleados en cajeros y peajes. Tal autonomía se debe especialmente al hecho de que la tecnología podría tomar ciertas decisiones autónomas, de un modo similar a las decisiones de seres humanos. Estas formas decisionales semiautónomas -no son totalmente autónomas, pues deben ser programadas- es lo que se llama inteligencia artificial.
La Cuarta Revolución Industrial es principalmente un cambio social e industrial dada la introducción de inteligencias artificiales semiautónomas con las que se requerirían menos personas para lograr el mismo trabajo o uno más eficiente. Así, como vemos, la situación no es sólo revolucionaria, sino también industrial. Esto significa que la incorporación de nuevas tecnologías en la industria -y la creación de nuevas industrias gracias a esa tecnología- tiene un impacto no sólo en materia social, sino también económica y en especial en la forma en que trabajamos. Cambios tecnológicos anteriores (como fueron las intranets, internet y la comunicación digital) permitieron el aumento del trabajo a distancia. El uso de la tecnología logra que los trabajadores se comuniquen mejor y más eficientemente dentro de la fábrica; en pocos años pasamos del memo al mail, y ahora al WhatsApp. Si seguimos en este espiral de soluciones tecnológicas, muchos de estos trabajadores y profesionales ni siquiera tendrán que ir a la fábrica siempre, sino que podrán trabajar a distancia.
En fin, hay un cambio en la forma de trabajar, o dicho de modo más formal, en la dinámica del trabajo. Esta implica no sólo nuevas eficiencias de costos y mejores oportunidades de rentabilidad para las industrias, sino nuevas exigencias para los trabajadores. Muchos recordamos cómo la generación anterior en Chile tuvo que lidiar con la introducción del PC (personal computer), y cómo muchos buenos profesionales no pudieron permanecer en sus industrias pues se volvieron obsoletos. Nuevas tecnologías en la industria implican nuevas dinámicas en el trabajo, y estas exigen nuevos tipos de profesionales. Así, la interrogante acerca de la Cuarta Revolución Industrial es que, si está efectivamente basada en la introducción a gran escala de sistemas de inteligencia artificial, habrá alguna posibilidad de que esta generación de trabajadores y profesionales se actualice -evitando la traumática obsolescencia con todas las consecuencias familiares, sociales, políticas y económicas que ella implica.
¿Podemos seguir siendo activos en una economía basada en sistemas de inteligencia artificial? No pensemos sólo en obreros o trabajadores de los servicios, sino también en médicos, abogados y profesores universitarios que hoy pueden ser efectivamente reemplazados en muchas de sus funciones. ¿Habrá futuro para todos? La respuesta es social, pero también personal. En lo social, tendremos problemas si no cambiamos algunas cosas, como los modelos de educación profesional y el modo como se redefinen las antiguas profesiones con nuevas y más adecuadas competencias. En lo personal, diría que la tarea es más compleja. Yo sólo me limitaría a recomendarle a usted que estudiara acerca de los adelantos tecnológicos en su industria y que luego se preguntara qué aspectos de su trabajo pueden ser efectivamente reemplazados por esas tecnologías. Quizás así verá en qué debe mejorar o especializarse. Yo, por mi parte, estoy intentando averiguar cómo dar más y mejores clases a distancia. Si me vuelvo obsoleto, que no sea por mi propia desidia.
*El autor es profesor de Ética Empresarial Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales Universidad de los Andes.