Teóricamente, las rentabilidades debiesen compensar solamente el riesgo de mercado asumido. Pero, en la práctica, hay otros factores que se asocian a mayores retornos y que no siempre representan riesgos.
Fuente: http://diario.elmercurio.com
MATÍAS BRAUN, PHD. HARVARD UNIVERSITY, PROFESOR Gestión de Inversiones y Mercado de Capitales El modelo CAPM postula que la rentabilidad que debemos esperar de un activo financiero -y la que en promedio se verificará-, primero, debe entregar un retorno por el solo hecho de que los pagos se reciben en el futuro. Es decir, una tasa libre de riesgo, que en la práctica se asume como la tasa de los bonos a corto plazo de la Reserva Federal de Estados Unidos, hoy en alrededor de 1,1%.
Y segundo, debe compensar por el hecho de que la inversión está sujeta a incertidumbre. En términos matemáticos:
es la rentabilidad esperada del activo y la tasa libre de riesgo. es la diferencia entre la rentabilidad esperada del portafolio que incluye todos los activos del mercado y la tasa libre de riesgo, es decir, cuánto mayor rentabilidad en promedio entrega invertir en el típico activo riesgoso por sobre el sin riesgo. Este es el premio por tomar riesgo. En la serie más larga disponible de precios (para Estados Unidos) este premio fue de alrededor de 6,5% al año, aunque los analistas asumen frecuentemente valores entre 4% y 6%.
es la cantidad de riesgo que el activo agrega al portafolio de mercado o "riesgo de mercado". Buscando mitigar o "diversificar" los riesgos específicos a la inversión en un activo, por ejemplo el que aparezca un ratón en el supermercado, los inversionistas buscarán agregar más y más activos a su portafolio, puesto que esos eventos no estarán sucediéndose al mismo momento en otras compañías.
Así, el único riesgo relevante terminará siendo el que agrega un activo a ese portafolio "de mercado" en que todos terminan invirtiendo, que se relaciona a la forma en que este se mueve con aquel: el beta.
Si el precio del activo sube y baja en la misma magnitud y momento en que lo hace el mercado, tendrá el mismo riesgo que el mercado, el beta es igual a 1; si sube o baja la mitad su riesgo, beta será igual a 0,5 y así.
Por ejemplo, dado que Wal-Mart típicamente sube y baja solo 3% cuando el mercado lo hace un 10%, -es decir, tiene un 30% del riesgo del mercado o un beta 0,3-, se hace acreedor de solo un 30% del premio en rentabilidad que normalmente entrega el invertir en el activo riesgoso sobre el sin riesgo.
Tomando una la tasa libre de riesgo actual y un premio por riesgo de 6%, el modelo implica que hoy deberíamos esperar una rentabilidad promedio de 1,1% + 0,3 x 6% = 2,9%.
La rentabilidad esperada para una inversión en Morgan Stanley, dado que tiene un 70% más de riesgo que la típica acción (beta 1,7) es mucho mayor: 1,1% + 1,7 x 6% = 11,3%.
En sus inicios se consideró al modelo CAPM como exitoso puesto que las acciones con mayor beta efectivamente tendían a exhibir rentabilidades promedio mayores. Pero a medida que pasó el tiempo se fue mostrando que su poder explicativo era menor y fueron apareciendo otros factores con mayor capacidad para explicar las diferencias de rentabilidad.
Primero, el que las acciones de menor capitalización bursátil y las que parecen estar subvaloradas -basados en medidas simples como valor bolsa a libros o precio sobre utilidad- tienden a rentar más. Se produjo una discusión sobre si la existencia de estos factores se relacionaba con otros riesgos no capturados por el modelo simple, por ejemplo una probabilidad de quiebra.
En este caso, los precios y retornos de los activos serían todavía los correctos en un modelo racional de valoración de activos que considerase preferencias más complejas o incorporase otras restricciones como las de liquidez.
Por el contrario, podrían ser reflejo de elementos no racionales y, en ese sentido, los precios no serían los correctos. En estas discusiones siempre subyace la pregunta de si los costos de transacción son suficientemente bajos y de si es posible en la práctica arbitrar.
Luego apareció el momentum, que consiste en que las acciones que han rentado relativamente bien en el pasado cercano, seguirán haciéndolo en relación con las demás. Y aquí es donde se empieza a poner más complicada la pista para las explicaciones racionales basadas en riesgos. En los últimos quince años han ido apareciendo una cantidad creciente de factores.
Las acciones con baja probabilidad de quiebra y mayor rentabilidad bruta o retorno de los activos tienden a rentar más, no menos. A las firmas que hacen aumentos de capital mediante emisión de acciones les va peor en los años siguientes que a las que no lo hacen, o a las que retiran acciones o emiten deuda.
Las acciones con alto devengo en sus utilidades rentan menos, al igual que las con alto activo neto y alto crecimiento de sus activos o alta inversión pasada. También, existe cierta persistencia en el efecto en retorno de las sorpresas de resultados.
EL COMPORTAMIENTO
Es probable que no sean realmente muchos factores, sino distintas manifestaciones de un solo elemento importante que debemos considerar en el modelo: el comportamiento en cuanto a las decisiones de inversión. De hecho, el impacto de estas últimas en las rentabilidades se potencia en momentos en que el sentimiento de mercado, una medida de este elemento conductual, es alto. Y ello ocurre cuando los inversionistas están especialmente optimistas.